lunes, 31 de octubre de 2016

POLÍTICA SOCIAL. Los pioneros de la caída del imperio.

En la noche del 24 de agosto del año 410 d.C., los astutos visigodos cruzaron la Puerta Salaria y se infiltraron en Roma con el propósito de saquearla durante 3 días y así conseguir riquezas y tierras.

       ANRV (agencia de noticias Romana-Visigoda) ”Los visigodos se acercaron a Roma sigilosamente. Sin antorchas, sin catapultas. Solo espadas, escudos y lanzas. Esperaron que los esclavos abrieran los portones para entrar”, dijo un romano que no quiso identificarse que sobreviviò el ataque.

Visigodo atacando a la población.
      Todo ocurrió la noche de 23 de octobris del año 410 d.C. El asedio comenzó en la hora duodécima y terminó a la cuarta hora tres días después. Luego, los visigodos, desaparecieron en la neblina del anochecer.

       Dos días antes, en Roma todo estaba “bien”. Todo cambió a la hora sexte en las planicies latinas. En la Puerta Salaria se desataría un “caos ordenado”en las palabras de uno de los esclavos.

       Los visigodos, bajo el mando de Alarico I, iniciaron el primer ataque pero los legionarios respondieron rápidamente. Luego, los esclavos se unieron al bando de Alarico. Un general, que se convertiría pronto en un prisionero de guerra, afirmó que las legiones retrocedieron hacia el cuartel donde fueron sitiados por tres días.

       Los esclavos mataron violentamente a los guardias de la Puerta Salaria. Avanzaron tomando poco menos de un stadium de ventaja. Uno de ellos nos informó que algunos sitiaban a las legiones mientras otros saqueaban sus riquezas.

Puerta Salaria. Por esta puerta pasaron
 los visigodos para llegar a Roma
       Los visigodos habían planeado saquear las riquezas de Roma e infundir terror en la población romana. Al conquistar Roma también decidieron someter a cualquier opositor. En consecuencia, lograron infundir miedo en lo poco que quedaba de la Roma Oriental.

       Los oligarcas imperialistas del Occidente se encontraron en una situación de crisis. Los visigodos eran más fuertes y más numerosos que los soldados y ciudadanos de Roma. Por eso fueron cruciales para el fin de la dictadura con aspecto republicano que los romanos llamaban Imperio.

La ciudad de Dios:

       De civitate die (La ciudad de Dios), un poema escrito por Agustín de Hipona en 410 d.C., horas después del ataque, habla acerca de cómo los romanos pensaban que este gran saqueo era un castigo divino y que todo se debía a los cristianos. Las opiniones de este autor se encontraban en un gran desacuerdo con la de los romanos en lo que concernía a la religión.




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